Si no fuese por los libros, el futuro daría miedo

Por inercia, cuando la estructura orgánica que soporta nuestras almas se encuentra en modo joven, fuerte y dicharachero, todos pensamos que vamos a ir a mejor. Aquello de que nos vamos a comer el mundo. Tan chulos somos, que en nuestra juventud incluso nos permitimos la osadía y el equívoco de desdeñar las miles de páginas que nuestros antepasados, de forma totalmente ilusa ─pues creían que de algo serviría en el futuro─, nos legaron. En estado joven pensamos que no vamos a cometer los errores de los que están en estado decadente. La realidad es que no solo no aprendemos de los errores pasados ─porque todos sabemos que estudiar historia y filosofía no sirve pa na’─ sino que además en nuestra condición de Homo Sapiens decidimos cometer, con saña y alevosía, peores errores.

Ni los libros nos salvan. Tal vez el destino del hombre sea cometer desatinos cada vez mayores hasta nuestra destrucción total.

Esto es un italiano al que allá por 1908 se le ocurre escribir un texto que tal vez supuso la base del fascismo y que fue publicado en Francia (madre mía que esto de la globalización pensábamos que era algo nuevo, nuestro, contemporáneo y cool que te cagas, y resulta que ya lleva un siglo, o más, en funcionamiento) un año después (o sea, 1909 para los de letras puras). En concreto en Le Fígaro, un sábado 20 de Febrero, en primera plana dándole la importancia que ya se intuía.

Nombre del italiano: Filippo Tommaso Marinetti (es inevitable pronunciar el nombre con cierta musicalidad)

Texto que publicó hace 113 años: El manifiesto futurista.

(Inicio de una melodía de mucho suspense) (pero de mucho mucho suspense)

Movimiento que origina: el futurismo.

(Momento álgido de la melodía) (tensión, angustia, los pelos como escarpias)

Consecuencias del futurismo: vanguardia cultural del fascismo.

(silencio) (apenas se oye la respiración, terror absoluto)

Daremos una oportunidad al punto 9 del manifiesto futurista:

Queremos glorificar la guerra —única higiene del mundo—, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las ideas por las cuales se muere y el desprecio por la mujer.

Como no hay 9 sin 10, le vamos a dar caña a la decena:

Queremos destruir y quemar los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias.

Ahora es cuando tú lector o lectora dices aquello de… este artículo promete.

(es el momento de sacar las palomitas)

El resto de puntos, sin desperdicio, los tenéis en la Wikipedia (y en más sitios pero es que últimamente parece que no hay ningún otro antro cibernético al que recurrir).

Esto no va de distopías, pero sí de posibles futuros. Recordamos por básico, que lo venidero comienza siempre en el pasado.

Vamos a chutar nuestra imaginación al mes de Diciembre de 1912, justo en ese sublime momento en el que se publica Bofetada al gusto del público, que dará pie al futurismo ruso. Por cierto, título sublime independientemente del contenido. El grupo “Hylaea “de San Petersburgo encabezado por Velimir Jiébnikov, Aleksei Kruchyonykh, David Burliuk y Vladimir Mayakoski firman el sopapo anterior, que no era otro que un intento artístico de romper con la propuesta literaria establecida hasta entonces y encabezada por Aleksandr Pushkin (el de La hija del capitán), Fiódor Dostoyevski (el de El jugador, El idiota, Los hermanos Karamázov, Crimen y castigo) y León Tolstói (el de Guerra y paz, Anna Karenina, Resurrección).

Teniendo en cuenta que el futurismo pretende romper con el pasado… así, como divagación propia, en lo artístico no parece que tuvieron mucho éxito, pues casi nadie recuerda la obra de los artífices de Bofetada al gusto del público, mientras que de los otros, de los modernistas, se han hecho hasta pelis en Hollywood, hecho irrefutable para poder pasar a la posteridad.

Quizás el más conocido de los “Hylaea“ sea Vladimir Mayakoski, cuyos poemas los podéis disfrutar en la Colección Visor de Poesía. El tipo se suicidó sin dejar constancia al resto de la humanidad de los motivos que le llevaron a pegarse un tiro en el corazón, quedándole partío.

Imagen obtenida en la wikipedia

Mayakoski había escrito años antes varios poemas a un tal Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin y hay que reconocer que en la foto de la Wikipedia acojona un rato.

Si nuestros datos no son incorrectos, ningún Vladimir ha ganado el Premio Nobel, ni de literatura ni de nada. Pero tenemos dos Vladimir que han dirigido Rusia de manera sangrienta. La diferencia entra los dos tiranos Vladimir la encontramos en una carta fechada el 2 de Agosto de 1939. El remitente, un tal Albert Einstein, advertía al presidente Roosevelt de que ya era posible conseguir una reacción en cadena sobre el uranio, creando una bomba capaz de destruir un objetivo en concreto y su territorio adyacente.

Es probable que los jóvenes de hoy en día y muchos viejunos contemporáneos hayamos olvidado el nombre de tantos otros tiranos que nos ha obsequiado la historia. ¿Existe una lista cronológica de todos los sátrapas que han dejado su impronta en la historia de la humanidad?

La diferencia entre el pasado y el futuro es precisamente la terrible tecnología que hemos creado. Si recurrimos al Diccionario de términos históricos de Chris Cook, en la G de Guerra Convencional, se nos indica: hostilidades en las que solo se emplean armas NO nucleares.

Hemos descubierto estos días que lo que nos molan son las novelas de Guerras Convencionales, tal vez con aquella daga, la vizcaína, en la que Arturo Pérez-Reverte en su Alatriste decía aquello de «una de cal y otra de vizcaína». También la llamaban «misericordias» o «quitapenas». Era una ayuda en la refriega, con la derecha el soldado aferraba la espada tradicional, mientras que con la izquierda le podía arrear al contrario en un despiste en mitad del esternón con la vizcaína, mientras sentía y olía el último estertor del ya moribundo, que tal vez, quién sabe, le acompañaría en formato remordimiento para el resto de sus días.

Ahora un operador de misiles nucleares se puede calzar un territorio al completo y no sentir, ni oler, ni percibir nada. Ni tan siquiera remordimientos.

Quién nos iba a decir que en el futuro íbamos a echar de menos la espada Bilbo, cuyo nombre hereda, ¡¡cómo no!!, de nuestra ciudad. Estoque bien apañado que se utilizó en el siglo XVI, con empuñadura de copa dispuesta a cortar por lo sano a todos los tiranos del mundo llámense Vladimir o no, y mencionada por William Shakespeare en su comedia Las alegres comadres de Windsor, título que ya podéis ir mendigando en nuestro servicio de Alertas.

Así que Re-Readers, contadnos… ¿habéis seleccionado ya qué cinco libros (las autoridades nucleares no recomiendan muchos más) os llevaríais a un hipotético bunker nuclear?

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